miércoles, 5 de marzo de 2014

Baloncesto y Literatura 2: Conversaciones con Mirza por Juan Antonio Corbalán


Que conste que Juan Antonio Corbalán fue uno de mis primeros ídolos cuando me empezó a interesar el mundo del baloncesto. Yo cumplí doce añitos en el verano de los Juegos Olímpicos de los Ángeles, en 1984. Corbalán también celebró su cumpleaños, pero 30, en la Villa Olímpica el 3 de agosto, con la Selección Española encaminándose a su primera final contra Estados Unidos y a su primera medalla de plata. Y allí anunció que se retiraba de la selección. De aquel equipo el que más me gustaba como jugaba era Fernando Martin. Luego destacaban Epi o Andrés Jiménez. Y me sorprendían las barbas de Iturriaga o Margall. Y las carreras del primero, heciendo de palomero, o los tiros del último. Menuda muñeca... O la altura de Romay. Pero cuando jugaba el base madrileño del Real Madrid se veía algo especial en el equipo, con todos mis respetos a los otros directores de juego de esa convocatoria, Solozabal y José Luis Llorente, históricos de nuestro baloncesto. Y la prueba de la importancia de este base, está en que, desde su retirada, España difícilmente se subió al podio de ningún campeonato, salvo un bronce en el Eurobasket de 1991, y no jugó una final hasta el de 1999. Luego llegó la irrupción de los juniors de oro en la selección absoluta. Pero eso es otra historia. 






Por cierto, que este año se cumplen 30 años de esa medalla de plata y del llamado Boom del baloncesto que colocó a este deporte en altas cotas que ahora no alcanza, quizás por el buen momento de la selección de fútbol que se ha merendado el hueco del basket y de otros deportes en muchos medios. Yo creo que una cosa no es excluyente y que cuantos más focos haya mejor. En fin...



El clásico poster de la revista Gigantes. En esta ocasión un clásico duelo entre el Real Madrid y el Estudiantes representados por Vicente Gil y el propio Corbalán.

Pero a lo que voy es al libro escrito por Corbalán, Conversaciones con Mirza, publicado por Titano Ediciones en 2012.



Llevaba tiempo queriendo leerlo, pero, dicho sea desde el respeto que, ya digo, le tengo al hoy doctor, debo decir que no me ha gustado mucho. Me parece que se queda a medio camino entre el libro de autoayuda, el manual de liderazgo para empresas, la novela, la autobiografía y el libro deportivo. Y por ello no colma ninguna expectativa. Quiere abarcarlo todo y al final nada. Por lo menos el hombre pide perdon en el prefacio que escribe.

Para leer una novela ya tenemos muchos escritores, empezando por los clásicos. Y como es una novela, no sabemos si algo de lo que cuenta le pasó a él, se lo ha inventado o qué. Ya digo que lo mezcla todo y también en el estilo, la primera persona con la tercera y luego cita a algunas de verdad como al entrenador de fútbol Juan M. Lillo. Y la parte que parece de ficción, el culebrón de la búsqueda de la madre del personaje, un tal Pedro, que fue jugador de baloncesto, por lo que parece que es él, se me hace pesada. 

Ya digo, si me compro un libro de Corbalán lo que quiero que me cuente es su vida deportiva, historias del deporte o bien razones para el éxito y tal. Pero no esta mezcla, este follón. Y encima, las conversaciones con Mirza (que encima es un fantasma que se le aparece al tal Pedro) que dan título al libro son escasas y no sabemos si reales.

En una de las pocas anécdotas deportivas que cuenta, habla de su entrenador de aquella época, Pedro Ferrandiz, al que, con poco disimulo llama Ferrando en la novela (y al Real Madrid, Racing Club de Madrid, ejem):

 “Aún recordaba su primera semana de entrenamientos, con apenas 16 años. Solo los elegidos podían aspirar a llegar tan pronto, tan lejos. Con el corazón encogido por la ilusión y los nervios, salió como pudo de aquella experiencia. Trató de no meter la pata durante aquellas horas en el mundo de los mayores, jugó a cumplir el guión de un niño bien aleccionado en lugar de demostrar lo que llevaba dentro. El viernes por la tarde, después del último entrenamiento de la semana aprendió su primera gran lección de manos de su entrenador, Ferrando, que, cuando Pedro se retiraba al vestuario, le tomó por el hombro y le dijo: 

- Chaval, yo te he traído aquí para que juegues como tú sabes y como yo te he visto jugar. Si vas a jugar como los otros, ya los tengo a ellos. Piensa en qué puedes aportar a este equipo durante el fin de semana y me lo dices el lunes. Si no tienes nada distinto que nos haga mejores, no te preocupes, te buscaremos un equipo."

El caso es que siempre se puede sacar algo positivo y el libro deja alguna reflexión interesante sobre motivación, compromiso y liderazgo que se pueden resumir en una buena frase que escribe Corbalán:

“Un gran equipo nace con un sueño colectivo y se hace realidad con un compromiso individual”

Y termino citando otra parte de esa idea que escribe Juan Antonio, del que enlazo aquí un artículo sobre el base que terminó su carrera jugando en un mítico Forum de Valladolid junto a Arvydas Sabonis:

"La persona al fin y al cabo es la poseedora de todas las capacidades que luego se emplean colectivamente. Lo que somos como colectivo, está en cada uno de nosotros y su expresión está en el todo, como resultado de esas interacciones personales, individuales. Los grandes equipos están llenos de protagonismo y responsabilidad. La consecución de los grandes logros empieza siempre por los pequeños matices, por la gran cantidad de pequeñas cosas bien hechas que imperceptibles dan forma al éxito”.



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