Los banquillos de la NBA echan humo. En apenas un mes y medio de competición han sido despedidos seis técnicos. El último, Reggie Theus, de los Sacramento Kings, cuyo despido se produjo dos días después de que los Sixers de Filadelfia dejasen también sin trabajo a Maurice Cheeks, un hombre legendario dentro del equipo, no solo por su trabajo en los banquillos sino por su labor humanitaria en ayuda de aquellas personas enganchadas a la droga. Junto a Theus, su entrenador asistente Chuck Person se quedó también en el paro después de encajar el equipo una marca perdedora de 6-18.
Theus se une a los nombres de P.J.Carlesimo (Oklahoma City), Eddie Jordan (Washington), Sam Mitchell (Toronto), Randy Wittman (Minnesota) y Cheeks (Filadelfia).
El despido de entrenadores demuestra la grave crisis de juego dentro de la mayoría de los equipos de la NBA, donde los Celtics de Boston, Lakers y Cavaliers de Cleveland son el caso opuesto a los comentados.
Ya he hablado en este blog del egoísmo imperante en la NBA donde importan más las estadísticas individuales en pos de un megacontrato que el trabajo para el equipo.
Menos mal que en el baloncesto de base no priman tanto los resultados pues si no el que esto escribe estaría ya hace tiempo en su casa sin entrenar. Sin embargo la influencia de la NBA en los jóvenes jugadores es nefasta: la mayoría sólo se fija en los mates y en las jugadas individuales. Casi nadie se fija en el trabajo defensivo o en el juego de equipo. Y si hablamos de las audiencias televisivas del baloncesto europeo (mucho más organizado y en el que prima más el trabajo táctico del grupo) es para echarse a temblar.
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