Hay acontecimientos que no se
olvidan, ni tampoco donde se vivieron ni con quién. El que haya tenido la
suerte de disfrutar de la Final de los Juegos Olímpicos in situ, en Londres,
pues claro que no lo hará. Y luego, estamos el resto de los mortales, que gracias a la televisión o internet, lo
vivimos como una experiencia muy cercana a haber estado allí.
Lo de las tecnologías es genial.
Yo me digo: Esta tarde me voy a a Indianapolis a ver el campeonato de
motociclismo, o a París a ver Roland garrós, o a Nueva York a ver un partido de
los Knicks, o a Barcelona a ver un Barça-Madrid. Lo tenemos todo a golpe de
click y ahora en HD.
El caso es que la (apasionante)
final de ese cálido 12 de agosto de 2012 entre USA y España la vi en Mallorca, en casa de mi amigo Diego y familia
y también estaban mi hermana y su marido. Y ese recuerdo siempre irá unido al
del partido. Como los comentarios de gente que habitualmente no ve baloncesto acerca de las pintas y gestos de algunos de los jugadores, sobretodo de los americanos; Alicia sorprendida por la historia de Kobe, que creía que era el más normal. Y lo extrañados que estaban Diego Jr. y Quique de ver a un señor tan exaltado como yo con el partido, en el que la selección
española estuvo a punto de derrotar a los americanos, que no fallaron apenas, mientras los nuestros sí y en los momentos decisivos.
Me dio tanto coraje que pensaba
no ver NBA en unos cuantos meses, aunque se me pasó al día siguiente.
Lo que es impresionante es lo de esta generación, solo han fallado en una ocasión, el mundial de Turquía desde que se proclamaron campeones del mundo en Japón en 2006 : ¿Dónde estabas tú?
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