Es costumbre que durante los
partidos Zeljko Obradovic (Cacak, 1960) pase a tener un color que va del rojo al morado en su
rostro durante los partidos, mientras se le ve gesticular y gritar a sus
jugadores, casi siempre de forma constructiva. Pero un día de noviembre la cosa
pasó, hablando de colores, de castaño oscuro, como dice la expresión que según
el diccionario de la Real Academia Española significa sobrepasar los
límites tolerables.
“Sois buenos chicos, a vuestros
ojos sois buenos chicos… que os jo… a cada uno, que os jo… a todos... (luego empieza a personalizar) especialmente a ti Gigi Datome, avergüénzate y a ti Mahmutoglu...” sería más o
menos la traducción de los gritos
e insultos que Obradovic profirió contra sus jugadores en un tiempo muerto
del partido CSKA de Moscú contra su equipo, el Fenerbahce.
A raíz de ello he podido leer
muchas opiniones en internet; esto de las redes sociales es lo que tiene, que
todo el mundo puede publicar lo que piensa. Algunas me han dejado pensando en
una cosa que he comentado con algunos amigos míos aficionados:
Que en el mundo del baloncesto (y
del deporte) se permiten unas broncas y gritos que en otros ámbitos laborales
serían objeto de denuncia; que un “jefe” gritara de una forma desmesurada a sus
subordinados no se vería bien en ningún caso. Y menos con insultos de ese
calado.
Dicen algunos comentarios que es “el más grande”, “Grande
Zeljko” que “él sabe lo que hace”, he podido leer. Lo justifican, lo cual me
parece inaceptable. Ha perdido los papeles y punto.
Si lleva su equipo con un balance
de negativo en Euroliga pues tendrá que hacer que mejoren sus jugadores
indicándoles en qué fallan y si alguno no tiene la actitud adecuada pues al
banquillo (y ya se le abrirá expediente por parte del club) y que jueguen los
que se esfuercen y él les ayude a mejorar.
Afortunadamente leo opiniones de
periodistas acreditados como Rafa Muntion “A mi los gritos/insultos 'altavoz´ no me van. Ni que ganes 1 euro o 2 kilos. Es cojonudo que se aplauda una
situación que en tu trabajo no la querrías nunca”
En el mismo fin de semana se pudo
ver a otro entrenador, de su misma nacionalidad, el serbio Alexandar Dzikic (Belgrado, 1971),
técnico del Estudiantes que se dirigió a sus jugadores sin elevar la voz más
allá de lo necesario para decirles que tenían que jugar los 40 minutos y que noservía de nada querer arreglar a última hora las estadísticas individuales.
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Dzikic en el partido referido, Barcelona contra Estudiantes. |
Por ser quien es Obradovic tiene el
respeto de su plantilla y no le hace falta volverse un basilisco para hacerse
entender. Una mala tarde la tiene cualquiera, y un ataque de entrenador también, pero comportamientos así no. Como mi amigo Rubén Amor y yo decimos, este muere un día en la cancha con esos berrinches que se pilla.
Y si esto es reprobable en el
ámbito profesional, mucho peor en baloncesto de formación; donde es un verdadero delito ver a entrenadores de
cantera insultar y gritar de forma destemplada a sus jugadoras/es. Que son
niños, no el parachoques de una frustración propia. Y a veces estos "educadores" están amparados por sus clubes y los propios padres, que se creen todos
que van a ganar el anillo de la NBA y lo que pueden es acabar con la afición y
las ganas de sus menores, si no crearles un trauma y quitarles las ganas de hacer deporte.
Una cosa es animar y corregir, de
forma enérgica si es necesario, y otra marcar a jugadores tan pequeños; por ejemplo con un “por tu pu…
culpa hemos perdido el partido” me han comentado que le gritó un entrenador en
Málaga a un jugador infantil delante de todos, compañeros, rivales, padres etc.
Y que luego el “notas” ya se guarda de portarse bien cuando baja al patio algún
responsable del colegio.
Intolerable y fuera del todo del sentido común.
Para terminar me remito a un artículo sobre un libro llamado "Prohibido gritar. El valor del deporte en la educación" de Maira Cabrini y Juan José Mateo, con la participación de destacadas figuras del deporte español como Vicente del Bosque, Almudena Cid, Pepu Hernández o Carlos Sainz.